lunes, 20 de junio de 2016

Fragmento del texto: Los cuatro conceptos fundamentales. Lacan, J. (1964). En: El seminario, libro 11. Editorial Paidós. Buenos Aires, 1987, pág. 134. [Tercera parte del comentario] Con este comentario entramos en receso hasta el 1 de agosto de 2016.

“...la causa del inconsciente –y adviertan que en este caso la palabra causa debe ser entendida en su ambigüedad, causa por defender, pero también función de la causa a nivel del inconsciente–, esta causa ha de ser concebida intrínsecamente como una causa perdida. Es la única posibilidad que tenemos de ganarla.”

Comentario:

Si tomamos en consideración lo comentado hasta ahora, esta paradójica salida propuesta por Lacan, por la cual concebir la causa como perdida es la única posibilidad que se tiene de ganarla, resulta inevitable, incluso, si ella no es del todo comprensible. Ganancia y pérdida se presentan como aparentes opuestos que convergen en un mismo punto, evocando así la sentencia de Levi-Strauss según la cual engañar la ley del intercambio constituye un imposible: no es posible “ganar sin perder, gozar sin compartir”[1]. Lacan se encargaba de señalarlo cuando exponía la trampa que se expresa en el enunciado: “la bolsa o la vida”. Si se elije no entregar la bolsa se pierde la vida, lo que implica, va de suyo, perder también la bolsa. En cambio, si se elije entregar la bolsa, se conserva la vida, no sin pérdida; vida cercenada de la bolsa.

Si se lleva aún más lejos la cuestión de la pérdida, por estar ligada a una causa,  queda excluido que pueda saberse algo de cualquier origen primigenio. La esencia, la identidad, el fundamento verdadero, la causa final,  o cualquier otra variante de “en el principio”, son cuestiones que, como la gravedad, resultan inaprehensibles muy a pesar de que constatemos sus efectos. Aun cuando la física no ha parado de chocar contra ese imposible, el positivismo no deja de buscar la relación inequívoca causa/efecto como garante explicativo de toda cuestión que se considere científica.  Causa, en ese sentido, equivale a garantía de un buen origen desconocido que llegará a conocerse. Muy a pesar de los más cientificistas, no hay una sola ciencia que hoy pueda jactarse de haber logrado un hallazgo tal.

El psicoanálisis es una práctica que, perturbadoramente, implica el reconocimiento de esa imposibilidad sin que por ello se retorne hacia la necesidad de forjar un mito o una cosmovisión para taponar el agujero de la causa, ni a prometer el hallazgo de una causalidad que garantice un saber completo. Así pues, el psicoanálisis desvela la desnudez genésica que las religiones intentan ocultar con su mitología y se enfrenta a la pregunta por la causa perdida que la ciencia silencia con su promesa de encontrar “la partícula de Dios”, para usar solo un ejemplo entre los muchos con los cuales se pone de manifiesto que ciencia y religión comparten el sueño de un génesis escrito sin falta originaria.

John James Gómez G.





[1] Levi-Strauss, C. (1995). La estructuras elementales del parentesco. Buenos Aires: Editorial Paidós, Básica, pág. 575.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

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