Fragmento del texto: “La instancia de la letra en el
inconsciente o la razón desde Freud.”
Lacan, J. (1957) En: Escritos 1. Siglo Veintiuno Editores S.A. 2ª ed.
Buenos Aires. 2008. pp. 481 [Primera parte del comentario]
“La experiencia psicoanalítica no consiste en otra cosa que
en establecer que el inconsciente no deja ninguna de nuestras acciones por
fuera de su campo.”
Comentario:
En la psicología se suele ir desde el extremo de la
reducción de todo acontecimiento a una mera consecuencia refleja o conductual
de un organismo que intenta adaptarse “naturalmente” a un cierto medio, hasta
la sobre interpretación, en ocasiones delirante, merced de la cual se atribuyen
sentidos absolutistas y totalitarios que el "profesional" estaría en
posición de emitir solo por el poder que se permite ejercer avalado en un trozo
de papel al que se denomina título universitario. Abundan así las
observaciones, las pruebas psicotécnicas, los interrogatorios llamados también
“entrevistas clínicas”, como modos de impostura que sostienen la ilusión de una
certidumbre con la que el profesional sentencia, desde su trono, el borramiento
y el olvido del sujeto.
Esa ilusión parece hacer felices a algunos, que se jactan
del poder que, desde ese lugar, pueden ejercer sobre ese a quien consideran
enfermo, trastornado o desadaptado y que, de acuerdo con los cánones morales de
la época, debe ser reintegrado al redil. Es la impostura, decía en el
comentario anterior, de los que se fascinan con su propia ceguera. Pero ¿cómo
no fascinarse, si de ese modo se evita la angustia de reconocer que, cuando se
trata de la singularidad propia de lo que llamamos sujeto, nadie tiene la
sartén por el mango?
Es necesario, entonces, no dejarnos obnubilar por los
efectos feroces de la revolución industrial y del discurso capitalista que
buscan hacer de las universidades lugares destinados a la producción en serie
de profesionales que deberán competir entre sí como objetos dependientes de la
ética del mercado. La pregunta por la formación no puede responderse con la
mera repetición de contenidos que se usan como emblemas narcisistas que
reclaman el reconocimiento de un amo que exige para ello una sumisión
irreflexiva y abnegada.
Si hemos de reconocer una formación posible, resulta
necesario interrogarnos acerca de la responsabilidad que nos convoca como
sujetos deseantes para no actuar simplemente como autómatas que responden al
mandato superyoico de la época que propende por homogenizar a "todos"
bajo el imperativo que dicta: “hay que ser profesional para ser alguien la
vida”. Así, las (j)aulas de clase se encuentran pletóricas de jóvenes que no
saben muy bien qué los ha llevado a ese lugar, salvo el hecho de que no
encuentran cómo articular un saber que les permita orientarse frente a la
incertidumbre propia de no saber qué es aquello a lo que se llama el "ser".
John James Gómez G.
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