miércoles, 26 de noviembre de 2014

Fragmento del texto: “Mi enseñanza, su naturaleza y sus fines.” Lacan, J. En: Mi enseñanza. Editorial Paidós, 2007. pp. 103 [Segunda parte del comentario]

“El sujeto del que se trata no tiene nada que ver con lo que se llama lo subjetivo en sentido vago, en el sentido de lo que mezcla todo, ni tampoco con lo individual. El sujeto es lo que defino en sentido estricto como efecto del significante. Esto es un sujeto, antes de poder situarse por ejemplo en tal o cual de las personas que están aquí en estado individual, antes incluso de su existencia de vivientes.”

Comentario:

Si la cuestión del sujeto no se trata ni de la persona, ni del individuo, ni del organismo, es porque su estatuto no se reduce al de la cuestión intuitiva, mucho menos a su comprensión como metáfora de una maquinaria viviente que dependería enteramente de las relaciones funcionales, tal como hoy insisten en plantearse no pocas perspectivas, desde las cuales se hace de lo que suele llamarse “ser humano” el equivalente de una computadora. Entonces ¿Qué se introduce como punto de diferencia fundamental con la cuestión del significante?

Es necesario indicar, a propósito de la pregunta que acabo de señalar, que en nuestra cotidianidad el lenguaje pareciera, dadas las metáforas informáticas a las que nos vemos sometidos constantemente, una mera herramienta de comunicación. Sin embargo, habría que comenzar por decir que, en términos estrictos, no es del todo verdadero que nos comuniquemos gracias al lenguaje, de hecho, resulta mucho más evidente, si aguzamos un poco nuestro siempre pobre intelecto, que la cuestión puede orientarse también hacia el hecho de que nos comunicamos a pesar del lenguaje, pues la pregnancia de sentido que le es propia, comienza a manifestarse en cuanto comenzamos a intentar entender a los otros o a hacernos entender por otros (ni que hablar de cuando se trata de intentar entendernos a nosotros mismos, cosa mucho más improbable aún). El lenguaje queda sometido, permanentemente, a intentos de fijación que no hacen otra cosa que desconocer su multivocidad estructural. Esta pregnancia imaginaria del sentido no corresponde al espacio/tiempo donde el sujeto puede aparecer en tanto efecto del significante. Precisamente porque si algo caracteriza al significante es que, en sí mismo, no significa nada. El sentido se sirve de la semántica para forzar a la sintaxis hasta hacerla parecer dotada de claridad; sin embargo, se trata de mera ilusión que, evidentemente, es necesaria si queremos sostener la posibilidad de soportar la existencia y el lazo con otros; tanto como es necesaria la ilusión de que, cuando nos sentamos en una silla a descansar, estaríamos quietos a pesar de que nos estemos moviendo a gran velocidad y por un amplio espacio merced de la traslación y la rotación terrestre. La ilusión no deja de tener, así, un encanto necesario a pesar de ser solo aparentemente real a la vez que enceguecedora. Se cree en la realidad del sentido solo porque estamos dispuestos a “hacernos los locos”, es decir, a desconocer la condición vaciada de sentido del significante que lo hace puro desplazamiento y equivocidad.  Trataremos de avanzar un poco más en el tercer comentario.

John James Gómez G.

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