viernes, 8 de marzo de 2019

Fragmento y comentario del texto: Clase del 20 de marzo. (1963). En: Séminaire 10 : L'Angoisse. Seminario 10: La Angustia. Versión tomada de http://staferla.free.fr



Ce domaine - le domaine de la jouissance - c’est le point où, si je puis dire, grâce à ce point, la femme s’avère comme supérieure justement en ceci que son lien au nœud du désir est beaucoup plus lâche.

Este dominio –el dominio del goce– es el punto en el que, si puedo decirlo, gracias a este punto, la mujer demuestra ser superior precisamente en que su vínculo con el nudo del deseo es mucho más suelto. (Traducción propia)


Comentario:

Lo que solemos llamar “machismo”, no es otra cosa que el temor del “macho” frente a lo enigmático del goce femenino. Es un temor muy antiguo. Mucho más antiguo, incluso, que los poco más de dos mil años cobijados bajo la Era cristiana. 

Freud supo articularlo reduciéndolo a una pregunta imprescindible a la vez que inconstestable: ¿qué quiere una mujer? Lacan lo llevó un poco más lejos, cuando señaló que, en lo atienente al dominio del goce, ella es superior; ¿por qué?, por ser no-toda

Por su parte, Pascal Quignard lo destacó en su texto El sexo y el espanto, cuando recordaba el temor del emperador Augusto, quien no comprendía cómo ellas tomaban el fascinus (pene erecto), devolvían la mentula (pene flácido), pero querían más, Aun. ¿Qué le demostraban? Que allí donde el “macho” ostenta su pontencia, sostenida en su preciado órgano, ellas develaban el punto en que eso no marcha, es decir, la impotencia fálica. 

Como sabemos, ellas no han parado de interrogar al amo, una por una, tal vez tanto como interrogan al amor. El Malleus Maleficarum (Martillo de las Brujas), publicado en 1486, fue uno entre tantos intentos de silenciar esa interrogación. Ellas intuyen que la verdad, como ellas, no-toda es. Por tanto, interrogan las aspiraciones del “macho” que de manera ingenua busca imponer la equivalencia entre la verdad y la totalidad, entre lo verdadero y lo general, desde Aristóteles hasta nuestros días.  

Entonces, como cualquier potencia que se sabe impotente, el “macho” USA su impostura de superioridad acallando, atacando “preventivamente” la voz de quienes, en cuanto al dominio del goce, se revelan superiores. El rapto con violencia, afirma Quignard, es la respuesta de lo que llamamos  el “macho” ante eso engimático. En otros casos menos infortunados, responde con la fascinatio obnubilante, quedando prendado, sumiso, cuando no inhibido ante ellas. 

De allí que hacerse el macho convierta al pene en un obstáculo para el goce en lo tocante al encuentro con lo femenino. Fascinado como está con su fascinus, el "macho" no sale de la idiotez de un onanismo que lo reduce a ser esclavo de un apéndice de su cuerpo. Habrá que ver si alcanza al menos a plantearse la pregunta ¿qué quiere una mujer?, para arriesgar, si es que no se horroriza como muchos ante su propia impotencia, a mostrarse como ellas, no-todo.

John James Gómez G. 

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