viernes, 22 de marzo de 2019

Fragmento y comentario del texto: Clase del 20 de marzo. (1963). En: Séminaire 10 : L'Angoisse. Seminario 10: La Angustia. Versión tomada de http://staferla.free.fr


Ce domaine - le domaine de la jouissance - c’est le point où, si je puis dire, grâce à ce point, la femme s’avère comme supérieure justement en ceci que son lien au nœud du désir est beaucoup plus lâche.

Este dominio –el dominio del goce– es el punto en el que, si puedo decirlo, gracias a este punto, la mujer demuestra ser superior precisamente en que su vínculo con el nudo del deseo es mucho más suelto. (Traducción propia)


Comentario:


¿A qué llamamos deseo en psicoanálisis? Considero que esta pregunta cuenta con interés, en primer lugar, porque nuestra época se caracteriza por un supuesto empuje a lograr lo que queremos. Buena parte de las marcas comerciales han hecho de ese supuesto su bandera. El lema “¡Just do it!”, advino como la sentencia que pone en el centro del mercado el aval para hacer todo cuanto se nos antoje. 

Sin duda, se trata de un supuesto y una sentencia que para la mayoría resultan fascinantes. Los libros de superación personal y de autoayuda, así como las autoproclamadas “figuras públicas” del negocio de las conferencias que buscan llevar a las personas a conseguir lo que desean, “intelectuales” del “coaching”, representan el éxito taquillero anclado en esa fascinación. No olvidemos, por supuesto, que “fascinación” deriva del latin “fascinus”, del que también deriva “fascismo”.

La noción de “deseo” asociada a ese empuje hacia el “¡solo hazlo!”, dista significativamente de lo que en psicoanálisis entendemos por esa misma palabra. La primera diferencia, radical por demás, es que el mercado parte de la premisa de que sabe qué es lo bueno “para todos”, es decir, se basa en una proton pseudos, una premisa mayor falsa, pues, ¿cómo podría ser el deseo algo que me atañe directamente y puede marcar una diferencia, si se plantea como un hecho homogenizante que debo asumir como un deber? 

Así se rebaja el deseo al deber al que deben acogerse “todos” para hacer parte del conjunto universo de los “exitosos” que han realizado su deseo. El mercado nos dice: “esto es lo que debes desear”.  Pone adelante una zanahoria y nos dice que en ella está la felicidad, la completitud, lo más grande que podríamos conseguir en la vida, y nos convoca, poniendo el dedo en nuestras heridas narcisistas, a seguirla como burros que, incluso si llegasen a darle una mordida, descubrirían que ese objeto no era la causa del deseo, sino, cuando mucho, una ilusión esperanzadora de que no somos impotentes para (lo que nos dicen que debemos) desear. 

Desde el punto de vista del psicoanálisis el deseo no es otra cosa que una falta. Dicho de otra manera, su causa es un agujero, no un objeto hallable en alguna parte. De hecho, en la clínica constatamos cómo aquellos que encuentran el objeto que asumen como causa de su deseo, se ven llevados a una cierta desilusión que se manifiesta, bien como desengaño, como miedo, como incertidumbre, incluso como hastío, pero, sobre todo, como angustia. No es fácil querer lo que se desea, porque eso significa reconocer que el deseo fundamental no es otro que el deseo de deseo, es decir, poder seguir deseando y, para ello, es necesario que el objeto falte. 

Así las cosas, el psicoanálisis no promete la felicidad. Brinda la oportunidad, simple y llanamente, de que cada uno invente una manera de querer lo que desea, sin el peso del “deber”.

John James Gómez G. 

viernes, 8 de marzo de 2019

Fragmento y comentario del texto: Clase del 20 de marzo. (1963). En: Séminaire 10 : L'Angoisse. Seminario 10: La Angustia. Versión tomada de http://staferla.free.fr



Ce domaine - le domaine de la jouissance - c’est le point où, si je puis dire, grâce à ce point, la femme s’avère comme supérieure justement en ceci que son lien au nœud du désir est beaucoup plus lâche.

Este dominio –el dominio del goce– es el punto en el que, si puedo decirlo, gracias a este punto, la mujer demuestra ser superior precisamente en que su vínculo con el nudo del deseo es mucho más suelto. (Traducción propia)


Comentario:

Lo que solemos llamar “machismo”, no es otra cosa que el temor del “macho” frente a lo enigmático del goce femenino. Es un temor muy antiguo. Mucho más antiguo, incluso, que los poco más de dos mil años cobijados bajo la Era cristiana. 

Freud supo articularlo reduciéndolo a una pregunta imprescindible a la vez que inconstestable: ¿qué quiere una mujer? Lacan lo llevó un poco más lejos, cuando señaló que, en lo atienente al dominio del goce, ella es superior; ¿por qué?, por ser no-toda

Por su parte, Pascal Quignard lo destacó en su texto El sexo y el espanto, cuando recordaba el temor del emperador Augusto, quien no comprendía cómo ellas tomaban el fascinus (pene erecto), devolvían la mentula (pene flácido), pero querían más, Aun. ¿Qué le demostraban? Que allí donde el “macho” ostenta su pontencia, sostenida en su preciado órgano, ellas develaban el punto en que eso no marcha, es decir, la impotencia fálica. 

Como sabemos, ellas no han parado de interrogar al amo, una por una, tal vez tanto como interrogan al amor. El Malleus Maleficarum (Martillo de las Brujas), publicado en 1486, fue uno entre tantos intentos de silenciar esa interrogación. Ellas intuyen que la verdad, como ellas, no-toda es. Por tanto, interrogan las aspiraciones del “macho” que de manera ingenua busca imponer la equivalencia entre la verdad y la totalidad, entre lo verdadero y lo general, desde Aristóteles hasta nuestros días.  

Entonces, como cualquier potencia que se sabe impotente, el “macho” USA su impostura de superioridad acallando, atacando “preventivamente” la voz de quienes, en cuanto al dominio del goce, se revelan superiores. El rapto con violencia, afirma Quignard, es la respuesta de lo que llamamos  el “macho” ante eso engimático. En otros casos menos infortunados, responde con la fascinatio obnubilante, quedando prendado, sumiso, cuando no inhibido ante ellas. 

De allí que hacerse el macho convierta al pene en un obstáculo para el goce en lo tocante al encuentro con lo femenino. Fascinado como está con su fascinus, el "macho" no sale de la idiotez de un onanismo que lo reduce a ser esclavo de un apéndice de su cuerpo. Habrá que ver si alcanza al menos a plantearse la pregunta ¿qué quiere una mujer?, para arriesgar, si es que no se horroriza como muchos ante su propia impotencia, a mostrarse como ellas, no-todo.

John James Gómez G. 

viernes, 1 de marzo de 2019

Fragmento y comentario del texto: Discurso de Roma.En: Lacan, J. (2012). En: Otros Escritos. Buenos Aires: Editorial Paidós, p. 157.


Es por eso que se trata realmente de un nuevo oscurantismo cuando todo el movimiento actual del psicoanálisis se precipita a un retorno a las creencias ligadas a lo que llamamos el presupuesto de la psicología, en la primera fila de las cuales la pretendida función de síntesis del yo, por haber sido cien veces refutada, y mucho antes y fuera del psicoanálisis, por todas las vías de la experiencia y de la crítica, bien merece en su persistencia ser calificada de superstición.


Comentario:

“¿Es necesario saber teoría psicoanalítica para psicoanalizarse?”. Esta es una pregunta que aparece con cierta frencuencia entre algunos psicólogos que coquetean con el psicoanálisis y entre los estudiantes de psicología. He indagado con algunos de ellos sobre el supuesto en que ella se sostiene, y la respuesta suele estar orientada por la premisa del psicoanálisis visto como algo a lo que “hay que respetar”, expresión que parece usarse como sinónimo de la palabra “temer”, pero también por la idea de que son los conceptos los que permitirían al analizante “entender” las interpretaciones de su psicoanalista y, así, comprender el origen de sus síntomas. 

Contrario a dichos supuestos, la práctica analítica muestra que, en no pocas ocasiones, el conocimiento teórico puede operar como una de las más recias resistencias. Por esa vía, constatamos cómo algunas personas se apuran por mostrar a su psicoanalista que comprenden lo que les pasa desde los textos y los conceptos de Freud o de Lacan. No es tarea fácil agujerear ese empuje al sentido que la teoría provee y que puede funcionar como un rechazo al sujeto del inconsciente. 

De otro lado, encontramos también a quienes demandan un análisis movidos por el anhelo de convertirse en psicoanalistas. Más que algún sufrimiento o algún enigma que pueda moverlos a interrogar su posición como sujetos, se muestran atrapados por el peso de un deber; recitan que “para ser psicoanalista hay que psicoanalizarse” y que están allí por esa única razón. Si bien eso no constituye un motivo para dejar de suponer allí a un sujeto del incosciente y por tanto avanzar hacia la posibilidad de un análisis, la dificultad estriba en que mientras el psicoanálisis supone tomar la vía del deseo, algunas personas que anhelan ser psicoanalistas hacen de ello un ideal más, que los persígue superyoicamente y con el que también persiguen superyoicamente a otros. 

Así las cosas,  considero necesario mencionar que, en mi experiencia, la afirmación de Lacan: “El inconsciente está estructurado como un lenguaje”, puede leerse también, sirviéndonos del equívoco, de la siguiente manera: El inconsciente está estructurado común lenguaje, es decir, como un lenguaje común. ¿Qué quiero decir con ello? Que es cuando se habla según lalengua, como la llamaba Lacan, aquello que se dice desde una cierta posición de descuido, de desparpajo, de decir cualquier cosa que habla de lo que es al mismo tiempo más íntimo y más extraño (éxtimo),  sin intentar aparentar que se entienden o se comprenden las cosas, la teoría, por ejemplo, es posible que en eso que parece tan banal, algo excepcional aparezca marcando la apertura del inconciente y con ella las posibilidades del trabajo analítico. 

John James Gómez G. 

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....