Fragmento y comentario del texto: Clase del 20 de marzo. (1963). En: Séminaire 10 : L'Angoisse. Seminario 10: La Angustia. Versión tomada de http://staferla.free.fr
Ce domaine - le domaine de la jouissance - c’est le point où, si je puis dire, grâce à ce point, la femme s’avère comme supérieure justement en ceci que son lien au nœud du désir est beaucoup plus lâche.
Este dominio –el dominio del goce– es el punto en el que, si puedo decirlo, gracias a este punto, la mujer demuestra ser superior precisamente en que su vínculo con el nudo del deseo es mucho más suelto. (Traducción propia)
Comentario:
¿A qué llamamos deseo en psicoanálisis? Considero que esta pregunta cuenta con interés, en primer lugar, porque nuestra época se caracteriza por un supuesto empuje a lograr lo que queremos. Buena parte de las marcas comerciales han hecho de ese supuesto su bandera. El lema “¡Just do it!”, advino como la sentencia que pone en el centro del mercado el aval para hacer todo cuanto se nos antoje.
Sin duda, se trata de un supuesto y una sentencia que para la mayoría resultan fascinantes. Los libros de superación personal y de autoayuda, así como las autoproclamadas “figuras públicas” del negocio de las conferencias que buscan llevar a las personas a conseguir lo que desean, “intelectuales” del “coaching”, representan el éxito taquillero anclado en esa fascinación. No olvidemos, por supuesto, que “fascinación” deriva del latin “fascinus”, del que también deriva “fascismo”.
Sin duda, se trata de un supuesto y una sentencia que para la mayoría resultan fascinantes. Los libros de superación personal y de autoayuda, así como las autoproclamadas “figuras públicas” del negocio de las conferencias que buscan llevar a las personas a conseguir lo que desean, “intelectuales” del “coaching”, representan el éxito taquillero anclado en esa fascinación. No olvidemos, por supuesto, que “fascinación” deriva del latin “fascinus”, del que también deriva “fascismo”.
La noción de “deseo” asociada a ese empuje hacia el “¡solo hazlo!”, dista significativamente de lo que en psicoanálisis entendemos por esa misma palabra. La primera diferencia, radical por demás, es que el mercado parte de la premisa de que sabe qué es lo bueno “para todos”, es decir, se basa en una proton pseudos, una premisa mayor falsa, pues, ¿cómo podría ser el deseo algo que me atañe directamente y puede marcar una diferencia, si se plantea como un hecho homogenizante que debo asumir como un deber?
Así se rebaja el deseo al deber al que deben acogerse “todos” para hacer parte del conjunto universo de los “exitosos” que han realizado su deseo. El mercado nos dice: “esto es lo que debes desear”. Pone adelante una zanahoria y nos dice que en ella está la felicidad, la completitud, lo más grande que podríamos conseguir en la vida, y nos convoca, poniendo el dedo en nuestras heridas narcisistas, a seguirla como burros que, incluso si llegasen a darle una mordida, descubrirían que ese objeto no era la causa del deseo, sino, cuando mucho, una ilusión esperanzadora de que no somos impotentes para (lo que nos dicen que debemos) desear.
Desde el punto de vista del psicoanálisis el deseo no es otra cosa que una falta. Dicho de otra manera, su causa es un agujero, no un objeto hallable en alguna parte. De hecho, en la clínica constatamos cómo aquellos que encuentran el objeto que asumen como causa de su deseo, se ven llevados a una cierta desilusión que se manifiesta, bien como desengaño, como miedo, como incertidumbre, incluso como hastío, pero, sobre todo, como angustia. No es fácil querer lo que se desea, porque eso significa reconocer que el deseo fundamental no es otro que el deseo de deseo, es decir, poder seguir deseando y, para ello, es necesario que el objeto falte.
Así las cosas, el psicoanálisis no promete la felicidad. Brinda la oportunidad, simple y llanamente, de que cada uno invente una manera de querer lo que desea, sin el peso del “deber”.
John James Gómez G.