Fragmento y comentario del texto: Discurso de Roma.En: Lacan, J. (2012). En: Otros Escritos. Buenos Aires: Editorial Paidós, p. 157.
Es por eso que se trata realmente de un nuevo oscurantismo cuando todo el movimiento actual del psicoanálisis se precipita a un retorno a las creencias ligadas a lo que llamamos el presupuesto de la psicología, en la primera fila de las cuales la pretendida función de síntesis del yo, por haber sido cien veces refutada, y mucho antes y fuera del psicoanálisis, por todas las vías de la experiencia y de la crítica, bien merece en su persistencia ser calificada de superstición.
Comentario:
“¿Todo el mundo debería analizarse?” Es una pregunta que algunas personas me han planteado y, de manera incisiva, quienes demandan del psicoanálisis el remedio para “todos los males del mundo”, como si se tratase de una religión o, en todo caso, de algún tipo de disciplina moral.
Es cierto que algunos psicoanalistas toman al psicoanálisis como si se tratase de un discurso moral y lo viven con cierta religiosidad, cuidando la imagen de Freud (¿padre?), Lacan (¿hijo?) y de su propio lugar (¿espíritus santos?, ¿almas bellas?) a fin de manterlos inmaculados. No obstante, hemos de recordar que, precisamente, el psicoanálisis es una práctica que, desde ningún punto de vista, se autoriza a decir cómo deben vivir las personas, cuáles deberían ser sus maneras de amar, gozar o desear. Que esos conceptos hagan parte de su corpus teórico, no es lo mismo que predicar imperativos morales en su nombre.
Así, la respuesta a la pregunta no puede presentarse bajo otra modalidad, que con la ley misma que el psicoanálisis constata en su clínica, a saber, “el no-todo”. No-todo el mundo debe analizarse. De hecho, no-todo el mundo requiere un análisis para saber hacer con su sufrimiento. El psicoanálisis abre la posibilidad de que alguien que sufre se pregunte por su lugar como agente en eso que padece y, desde allí, se aboque a inventar un saber (hacer) con Eso. Nada más. En ese sentido, a mi juicio, nadie va más en contra de la ética que exige la práctica psicoanalítica que quienes van por el mundo diciendo a todos que “deberían analizarse” por X o Y razón.
Por otro lado, el psicoanálisis no se trata de un deber. De hecho, es por el peso del deber, de la deuda simbólica y sus efectos sobre la subjetividad, que muchos, en algún momento, hemos elegido analizarnos. El malestar que a veces empuja a ello suele aparecer cuando constatamos que allí donde prima el deber no queda lugar para el deseo.
John James Gómez G.
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