Fragmento y comentario del texto: Discurso de Roma.En: Lacan, J. (2012). En: Otros Escritos. Buenos Aires: Editorial Paidós, p. 157.
Es por eso que se trata realmente de un nuevo oscurantismo cuando todo el movimiento actual del psicoanálisis se precipita a un retorno a las creencias ligadas a lo que llamamos el presupuesto de la psicología, en la primera fila de las cuales la pretendida función de síntesis del yo, por haber sido cien veces refutada, y mucho antes y fuera del psicoanálisis, por todas las vías de la experiencia y de la crítica, bien merece en su persistencia ser calificada de superstición.
Comentario:
“¿Para qué un psicoanálisis?” Es otra de las preguntas que suelo escuchar, acompañada, por cierto, de enunciados como, “es que dura mucho tiempo” o, “es que no le dicen a uno qué hacer”. La pregunta está enteramente justificada. El “para qué” no llama a la causa sino a la utilidad. Y, hay que decirlo, si no es útil en algún sentido, ¿por qué valdría la pena?.
A mi juicio, la cuestión a plantear en primer lugar a propósito de la útilidad del psicoanálisis exige implicar al sujeto en la pregunta, es decir, ¿para quién ha de ser útil un psicoanálisis?
Tengamos en cuenta las exigencias cada vez más marcadas de la productividad. En la actualidad, el valor de cualquier oficio o praxis se define a partir de los dividendos que produce. Es decir, la utilidad se calcula en términos económicos a fin de garantizar la acumulación de capital para aquellos a quienes las personas, sus servidores, deben ser “útiles”.
En razón de ello, la demanda que suele dirigirse a los profesionales de la psicología en los numerosos campos de su desempeño, por ejemplo, apunta a que las personas sean más funcionales, es decir, que se adapten mejor, hagan más y piensen menos, que se sientan menos infelices y, por tanto, se quejen menos. Los efectos de ello no se hacen esperar. Las exigencias de ser feliz mientras se es útil al Otro sin dejar lugar al deseo, constituyen el mayor caldo de cultivo para agitar la violencia estructural de la pulsión de muerte. No ha de extrañarnos, pues, que los ataques de pánico, el “síndrome del quemado” (burnout), la depresión y el suicidio, sean algunas de las problemáticas crecientes en nuestros días.
Ante un panorama semejante el psicoanálisis se sostiene, no sin dificultades, como una praxis subversiva. Su utilidad no apunta a los dividendos, sino a brindar, a cada uno, la posibilidad de hablar y saber de aquello que por las exigencias de la sociedad se esfuerza en callar, mientras sufre la culpabilidad cuando no logra soportar las exigencias de parecer funcional y bien adaptado. Desde allí, se abren vías hacia la interrogación sobre el deseo que lo habita. Así, se trata de que el psicoanálisis sea útil para quien desea saber-hacer con su propia posición como sujeto.
Entonces, ¿para qué un psicoanálisis? Para no ceder en el deseo, a fin de no quedar preso de los efectos devastadores de la culpabilidad por el “deber”, en todos los sentidos que puede darse a esa palabra.
John James Gómez G.