Fragmento y comentario del texto: Carta de disolución. En: Lacan, J. (2012). En: Otros Escritos. Buenos Aires: Editorial Paidós, p. 338. [Segunda parte del comentario]
"Es por eso que disuelvo. Y no me quejo de los llamados "miembros de la Escuela Freudiana", más bien les agradezco el haber sido enseñado por ellos, donde yo he fracasado, es decir que me he embrollado.
Esta enseñanza es valiosa para mí. La aprovecho."
Comentario:
En el comentario anterior mencioné que me gustaría contar con sus comentarios. A pesar de que no los he recibido directamente por el blog, sí han llegado por otros medios, como Facebook, por ejemplo. Por supuesto, los agradezco. Me permiten interrogar mi propio comentario, mi lectura del texto y repensar algunas cosas.
Ahora bien, resulta interesante que el propósito de algunos de los comentarios recibidos sea el de-enunciar advertencias y llamados de atención para que no apresure conclusiones y para que haga una lectura de esta carta de disolución bajo el contexto de otras cartas posteriores que, por supuesto, coincido, tienen todo lugar y relación. La cuestión llamativa, empero, es la prevención manifiesta de que no se tome este texto por lo que dice, a la letra. ¿Por qué traer a cuentas esa carta parece provocar, como efecto, antes que una respuesta de análisis textual, una defensa por referencia de autoridad contextual? ¿Por qué pareciera que el menor atisbo de interrogación a las formas de institucionalidad requieren de un control por parte de sus representantes? Son cosas que, me parece, vale la pena tener en cuenta toda vez que por retroacción justifican aún más lo que mencioné la vez anterior acerca de esa carta, a saber, que parece guardarse y yacer allí sólo como memoria borrada. Sin duda, las palabras de Lacan parecen contar todavía con una potencia atronadora, al punto de despertar terror incluso entre algunos psicoanalistas. Por mi parte, creo que sin interrogación de lo que hace a nuestras “instituciones” no es posible suponer que en ellas se mueva algo de lo que se denomina “formación del analista”, toda vez que ella solo se pone en marcha si elegimos asumir lo que ponen de manifiesto las formaciones del inconsciente.
Retomo la cuestión. Lacan se embrollaba, como él mismo lo afirmó. Es destacable que no temiese admitirlo, sobre todo mientras buena parte de sus alumnos parecían oír sus palabras sin escucharlo, intentando velar lo que él no temía admitir.
Claro está, la propuesta de Lacan en torno a una escuela de psicoanálisis es ante todo una pregunta. Suponer que él tenía la respuesta es cuando menos irresponsable e ingenuo. Muy probablemente fuese esa su diferencia con quienes, en la IPA, parecían tener las cosas claras. Los estándares en la formación analítica institucionalizada estaban, por aquellos días, puestos ahí como un velo para lo no sabido; nadie tiene que ocuparse de la formación analítica, ni ninguna otra clase de formación, si ella consiste en ritos de paso perfectamente establecidos.
Lacan, por su parte, fundó su escuela como un acto en el sentido freudiano, por tanto, tal vez atisbó de antemano que se trataba de un acto fallido, una formación del inconsciente. En ese orden de ideas, su fracaso es prueba de que no hay garantía y de que hay que estar advertidos de que el rito no puede ponerse en lugar del fracaso como si garantizase algo.
Reitero ahora la pregunta con la que quiero enfatizar la relevancia de esa carta de Lacan y que enuncié en el comentario anterior: ¿Cuáles serían las razones para suponer que una institución fundada por Lacan y disuelta por él en reconocimiento de su fracaso, mereciera ser resucitada para sostenérsele desconociendo así, retroactivamente, su fracaso?
A la luz de lo que vamos avanzando, propongo prestar atención a dos aspectos de la pregunta. El primero, el problema de la “institución”. El segundo, el desconocimiento del fracaso enunciado por Lacan. Por esa vía, reitero también el acento en la inquietud acerca de si los analistas creen haber triunfado allí donde Lacan fracasó, puesto que, de ser así, la pregunta que Lacan sostuvo sobre la formación de los analistas habrá quedado obturada. Trataré de avanzar en la reflexión en el próximo comentario y contar una vez más con los suyos.
John James Gómez G.
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