lunes, 26 de noviembre de 2018

Fragmento y comentario del texto: Carta de disolución. En: Lacan, J. (2012). En: Otros Escritos. Buenos Aires: Editorial Paidós, p. 338. [Tercera parte del comentario]
  
"Es por eso que disuelvo. Y no me quejo de los llamados "miembros de la Escuela Freudiana", más bien les agradezco el haber sido enseñado por ellos, donde yo he fracasado, es decir que me he embrollado.
Esta enseñanza es valiosa para mí. La aprovecho."

Comentario:

Continúo el comentario sobre la Carta de disolución dando una primera respuesta, tentativa y al pie de la letra del mismo texto, a la pregunta que he dado el lugar de ser orientadora; la reitero: ¿Cuáles serían las razones para suponer que una institución fundada por Lacan y disuelta por él en reconocimiento de su fracaso, mereciera ser resucitada para sostenérsele desconociendo así, retroactivamente, su fracaso? La respuesta tentativa la ubicaré al rededor del fragmento siguiente que pueden encontrar en la misma carta: “Y llamo a asociarse de nuevo a quienes, en este enero de 1980, quieran proseguir con Lacan.”

Lacan convocaba en el mismo texto a asociarse, nuevamente, a aquellos que así lo quisiesen. ¿Alrededor de qué?, de su nombre propio. Había aclarado líneas antes, por cierto, que el objetivo que mantenía era el de un trabajo que “mediante una crítica asidua, denuncie sus desviaciones y sus compromisos que amortiguan su progreso al degradar su empleo"; se refería al empleo del psicoanálisis.

Como ustedes bien lo saben, sus comparaciones entre el modo de funcionamiento de la IPA y el modo de funcionamiento de las instituciones religiosas estaba muy presente. ¿Cuáles serían las similitudes? Situemos al menos un par a los fines de las interrogaciones que les propongo. Por un lado, sus aspiraciones sempiternas. Por otro, su sostenimiento alrededor de ritos.

En cuanto a lo primero, hace falta el corte para que, por su efecto, se reconozca la estructura. Es como topológicamente se devela, más allá del isomorfismo y el homeomorfismo, lo singular. Sostener de manera sempiterna la estructura hace de ella un velo, es decir, una defensa. Llega el punto en que no habría porqué interrogarse y la crítica asidua quedaría así sustituida por un idioma común que hace las veces de dogma, de fantasía originaria. Vale la pena preguntarse, por tanto, si el modo de no sucumbir ante su embrollo, ante su fracaso, fue para Lacan aplicar el corte a fin de hacer que por su efecto la estructura sobre la cual se sostenía su escuela quedara expuesta. Esta disolución, por tanto, no tendría porqué buscar algo diferente que lo que se busca con el corte de la sesión o con la disolución de un cartel. Sin estándares, por su puesto, es decir que habría que reconocer los tiempos lógicos tal y como ellos se presenten en cada asociación: ver, comprender y concluir. Sin embargo, y este es el punto a considerar para nuestras instituciones actuales, la mayoría de ellas parecen apuntar a sostenerse de manera sempiterna. No porque haya fracturas a causa de las especularidades entre sus representantes y se funden nuevas asociaciones se habrá realizado el corte. Ya sabemos que topológicamente pueden realizarse transformaciones aparentes que garanticen el homeomorfismo.

En cuanto a lo segundo, los ritos están a la orden del día. Desde la entrada hasta la salida. Desde la asociación hasta el pase. ¿Cómo orientar una institucionalidad que no se sostenga en ritos? Lo primero a considerar sería la función que el rito cumple, a saber, la ilusión de una garantía por la consistencia que a través suyo se brinda al Otro. Habría que preguntarnos hasta qué punto nuestras instituciones psicoanalíticas perviven por el rito. Los congresos realizados con tiempos regulares; los carteles; las actividades semanales, los mismos días, a las mismas horas; el pase…

Tal vez habría que hacer, en algún momento, un corte, si es que quiere reconocerse lo inconsciente que sostiene a la estructura.

John James Gómez G.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Fragmento y comentario del texto: Carta de disolución. En: Lacan, J. (2012). En: Otros Escritos. Buenos Aires: Editorial Paidós, p. 338. [Segunda parte del comentario]
  
"Es por eso que disuelvo. Y no me quejo de los llamados "miembros de la Escuela Freudiana", más bien les agradezco el haber sido enseñado por ellos, donde yo he fracasado, es decir que me he embrollado.
Esta enseñanza es valiosa para mí. La aprovecho."

Comentario:

En el comentario anterior mencioné que me gustaría contar con sus comentarios. A pesar de que no los he recibido directamente por el blog, sí han llegado por otros medios, como Facebook, por ejemplo. Por supuesto, los agradezco. Me permiten interrogar mi propio comentario, mi lectura del texto y repensar algunas cosas.

Ahora bien, resulta interesante que el propósito de algunos de los comentarios recibidos sea el de-enunciar advertencias y llamados de atención para que no apresure conclusiones y para que haga una lectura de esta carta de disolución bajo el contexto de otras cartas posteriores que, por supuesto, coincido, tienen todo lugar y relación. La cuestión llamativa, empero, es la prevención manifiesta de que no se tome este texto por lo que dice, a la letra. ¿Por qué traer a cuentas esa carta parece provocar, como efecto, antes que una respuesta de análisis textual, una defensa por referencia de autoridad contextual? ¿Por qué pareciera que el menor atisbo de interrogación a las formas de institucionalidad requieren de un control por parte de sus representantes? Son cosas que, me parece, vale la pena tener en cuenta toda vez que por retroacción justifican aún más lo que mencioné la vez anterior acerca de esa carta, a saber, que parece guardarse y yacer allí sólo como memoria borrada. Sin duda, las palabras de Lacan parecen contar todavía con una potencia atronadora, al punto de despertar terror incluso entre algunos psicoanalistas.  Por mi parte, creo que sin interrogación de lo que hace a nuestras “instituciones” no es posible suponer que en ellas se mueva algo de lo que se denomina “formación del analista”, toda vez que ella solo se pone en marcha si elegimos asumir lo que ponen de manifiesto las formaciones del inconsciente.

Retomo la cuestión. Lacan se embrollaba, como él mismo lo afirmó. Es destacable que no temiese admitirlo, sobre todo mientras buena parte de sus alumnos parecían oír sus palabras sin escucharlo, intentando velar lo que él no temía admitir.

Claro está, la propuesta de Lacan en torno a una escuela de psicoanálisis es ante todo una pregunta. Suponer que él tenía la respuesta es cuando menos irresponsable e ingenuo. Muy probablemente fuese esa su diferencia con quienes, en la IPA, parecían tener las cosas claras. Los estándares en la formación analítica institucionalizada estaban, por aquellos días, puestos ahí como un velo para lo no sabido; nadie tiene que ocuparse de la formación analítica, ni ninguna otra clase de formación, si ella consiste en ritos de paso perfectamente establecidos.

Lacan, por su parte, fundó su escuela como un acto en el sentido freudiano, por tanto, tal vez atisbó de antemano que se trataba de un acto fallido, una formación del inconsciente. En ese orden de ideas, su fracaso es prueba de que no hay garantía y de que hay que estar advertidos de que el rito no puede ponerse en lugar del fracaso como si garantizase algo.

Reitero ahora la pregunta con la que quiero enfatizar la relevancia de esa carta de Lacan y que enuncié en el comentario anterior: ¿Cuáles serían las razones para suponer que una institución fundada por Lacan y disuelta por él en reconocimiento de su fracaso, mereciera ser resucitada para sostenérsele desconociendo así, retroactivamente, su fracaso?

A la luz de lo que vamos avanzando, propongo prestar atención a dos aspectos de la pregunta. El primero, el problema de la “institución”. El segundo, el desconocimiento del fracaso enunciado por Lacan. Por esa vía, reitero también el acento en la inquietud acerca de si los analistas creen haber triunfado allí donde Lacan fracasó, puesto que, de ser así, la pregunta que Lacan sostuvo sobre la formación de los analistas habrá quedado obturada. Trataré de avanzar en la reflexión en el próximo comentario y contar una vez más con los suyos.

John James Gómez G.

martes, 6 de noviembre de 2018

Fragmento y comentario del texto: Carta de disolución. En: Lacan, J. (2012). En: Otros Escritos. Buenos Aires: Editorial Paidós, p. 338. [Primera parte del comentario]
  
"Es por eso que disuelvo. Y no me quejo de los llamados "miembros de la Escuela Freudiana", más bien les agradezco el haber sido enseñado por ellos, donde yo he fracasado, es decir que me he embrollado.
Esta enseñanza es valiosa para mí. La aprovecho."

Comentario:

Luego de haber dejado en pausa por algunas semanas esta práctica de comentario de fragmentos textuales, retomo eligiendo uno que aunque se conserva parece yacer ahí solo en calidad de memoria borrada. Se trata de la Carta de disolución con la que Lacan, casi al final de su vida, disolvió su Escuela el 5 de enero de 1980, la cual merece, a mi juicio, mayor atención, incluso, que su Acto de fundación.

Enfatizo esa relevancia con una pregunta: ¿Cuáles serían las razones para suponer que una institución fundada por Lacan y disuelta por él en reconocimiento de su fracaso, mereciera ser resucitada para sostenérsele desconociendo así, retroactivamente, su fracaso?

Dedicaré varios comentarios a este asunto y quisiera contar también con los suyos.

Partiré de retomar simplemente el enunciado: “yo he fracasado, es decir que me he embrollado (embrouillé)”. También se podría traducir embrouillé, por confundido, pero el término embrollado es mucho más fiel pues destaca que se trata de un enredo, de no saber localizarse en una maraña. La apuesta de Lacan consistió en no repetir lo que criticaba a la Asociación Internacional de Psicoanálisis (IPA) que había sido fundada por Freud y, según parece, el único modo que halló para evitar la repetición de aquello fue reconocer el fracaso y disolverla. 

Por supuesto, sabemos que la IPA sigue siendo exitosa, aun hoy. La cuestión es que también lo son algunas escuelas lacanianas fundadas con el modelo que Jacques Lacan decidió disolver reconociendo su fracaso. Uno podría apresurarse y suponer que el panorama es alentador y que los lacanianos triunfan donde Lacan fracasó, es decir, que descubrieron la manera de ubicarse en el embrollo, motivo por el cual ellas perduran y se multiplican como si de McDonald’s se tratare. No obstante, si uno no se apresura, habría que interrogar si no se trata de una manera de congraciarse con el éxito de la repetición que se asienta en la entronización de un padre al que se le atribuye la garantía. En términos de probabilidades, tal vez sea necesario considerar si acaso no se está más cerca de lo segundo que de lo primero.



John James Gómez G.

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....