Fragmento y comentario del texto: Carta de disolución. En: Lacan, J. (2012). En: Otros Escritos. Buenos Aires: Editorial Paidós, p. 338. [Tercera parte del comentario]
"Es por eso que disuelvo. Y no me quejo de los llamados "miembros de la Escuela Freudiana", más bien les agradezco el haber sido enseñado por ellos, donde yo he fracasado, es decir que me he embrollado.
Esta enseñanza es valiosa para mí. La aprovecho."
Comentario:
Continúo el comentario sobre la Carta de disolución dando una primera respuesta, tentativa y al pie de la letra del mismo texto, a la pregunta que he dado el lugar de ser orientadora; la reitero: ¿Cuáles serían las razones para suponer que una institución fundada por Lacan y disuelta por él en reconocimiento de su fracaso, mereciera ser resucitada para sostenérsele desconociendo así, retroactivamente, su fracaso? La respuesta tentativa la ubicaré al rededor del fragmento siguiente que pueden encontrar en la misma carta: “Y llamo a asociarse de nuevo a quienes, en este enero de 1980, quieran proseguir con Lacan.”
Lacan convocaba en el mismo texto a asociarse, nuevamente, a aquellos que así lo quisiesen. ¿Alrededor de qué?, de su nombre propio. Había aclarado líneas antes, por cierto, que el objetivo que mantenía era el de un trabajo que “mediante una crítica asidua, denuncie sus desviaciones y sus compromisos que amortiguan su progreso al degradar su empleo"; se refería al empleo del psicoanálisis.
Como ustedes bien lo saben, sus comparaciones entre el modo de funcionamiento de la IPA y el modo de funcionamiento de las instituciones religiosas estaba muy presente. ¿Cuáles serían las similitudes? Situemos al menos un par a los fines de las interrogaciones que les propongo. Por un lado, sus aspiraciones sempiternas. Por otro, su sostenimiento alrededor de ritos.
En cuanto a lo primero, hace falta el corte para que, por su efecto, se reconozca la estructura. Es como topológicamente se devela, más allá del isomorfismo y el homeomorfismo, lo singular. Sostener de manera sempiterna la estructura hace de ella un velo, es decir, una defensa. Llega el punto en que no habría porqué interrogarse y la crítica asidua quedaría así sustituida por un idioma común que hace las veces de dogma, de fantasía originaria. Vale la pena preguntarse, por tanto, si el modo de no sucumbir ante su embrollo, ante su fracaso, fue para Lacan aplicar el corte a fin de hacer que por su efecto la estructura sobre la cual se sostenía su escuela quedara expuesta. Esta disolución, por tanto, no tendría porqué buscar algo diferente que lo que se busca con el corte de la sesión o con la disolución de un cartel. Sin estándares, por su puesto, es decir que habría que reconocer los tiempos lógicos tal y como ellos se presenten en cada asociación: ver, comprender y concluir. Sin embargo, y este es el punto a considerar para nuestras instituciones actuales, la mayoría de ellas parecen apuntar a sostenerse de manera sempiterna. No porque haya fracturas a causa de las especularidades entre sus representantes y se funden nuevas asociaciones se habrá realizado el corte. Ya sabemos que topológicamente pueden realizarse transformaciones aparentes que garanticen el homeomorfismo.
En cuanto a lo segundo, los ritos están a la orden del día. Desde la entrada hasta la salida. Desde la asociación hasta el pase. ¿Cómo orientar una institucionalidad que no se sostenga en ritos? Lo primero a considerar sería la función que el rito cumple, a saber, la ilusión de una garantía por la consistencia que a través suyo se brinda al Otro. Habría que preguntarnos hasta qué punto nuestras instituciones psicoanalíticas perviven por el rito. Los congresos realizados con tiempos regulares; los carteles; las actividades semanales, los mismos días, a las mismas horas; el pase…
Tal vez habría que hacer, en algún momento, un corte, si es que quiere reconocerse lo inconsciente que sostiene a la estructura.
John James Gómez G.