Fragmento y comentario del texto: Breve discurso en la O.R.F.T. En: Lacan, J. (1966). Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial. 1988, p. 37 [Segunda parte del comentario]
“Que no sean palabras a la deriva, es decir, que su deriva solo está sujeta a una ley de las palabras –a una lógica radical que intento establecer– es algo que lleva a una revisión total de todo cuánto ha podido pensarse hasta ahora del pensamiento.”
Comentario:
Si afirmo que hay leyes que operan en la aparente deriva de las palabras, de los rodeos y boludeos, con los cuales un analizante habla a su analista, es necesario tomar en consideración que ellas son inherentes al lenguaje y, por tanto, no podemos perder de vista que, al margen de nuestras intenciones conscientes de decir algo y de nuestro conocimiento de la gramática y el adecuado uso del lenguaje, encontramos fenómenos que irrumpen de manera abrupta y que sorprenden incluso al más cauto orador. También hay sorpresas para quien lee, escribe y escucha, claro está. Freud supo anotarlo con una detallada descripción a lo largo de su primeras Conferencias de Introducción al psicoanálisis, dedicadas a los actos fallidos. Él sabía y reconocía, por supuesto, que había diversas maneras de interpretar una irrupción de esa naturaleza, pero la clínica le había mostrado que, en no pocas ocasiones, un acto fallido era susceptible de ser entendido racionalmente, en términos de la lógica misma que opera en el lenguaje. Sobre el asunto señaló lo siguiente:
Es preciso admitir sin más en la producción del trastrabarse la influencia de las disposiciones fisiológicas constituidas por un ligero malestar físico, perturbaciones circulatorias o estados de agotamiento; la experiencia diaria y personal de ustedes los convencerá de ello. Pero, ¡cuan poco queda explicado así! Sobre todo, no son condiciones necesarias de la operación fallida. El trastrabarse es posible igualmente en alguien que goza de plena salud y se encuentra en un estado normal. Por tanto, esos factores corporales no tienen otro valor que el de facilitar y favorecer el peculiar mecanismo anímico del trastrabarse.[1]
Como se constata en la cita, Freud brindaba a la influencia de disposiciones fisiológicas un lugar facilitador, insuficiente para explicar la lógica interna del fenómeno. Es notable que en su posición quedara expresada la renuncia a las condiciones biológicas y ambientales, siendo así consecuente con el valor que otorgaba a la causalidad psíquica; lo que lo había llevado a criticar duramente, incluso, el papel que la psiquiatría jugaba en la explicación de los fenómenos anímicos. Situó a partir de allí, por cierto, una diferencia clave entre el punto de vista psiquiátrico y el psicoanalítico:
He ahí la laguna que el psicoanálisis se empeña en llenar. Quiere dar a la psiquiatría esa base psicológica que se echa de menos, y espera descubrir el terreno común desde el cual se vuelva inteligible el encuentro de la perturbación corporal con la perturbación anímica. A este fin debe mantenerse libre de cualquier presupuesto ajeno, de naturaleza anatómica, química o fisiológica, y trabajar por entero con conceptos auxiliares puramente psicológicos; por eso me temo que al principio les suene a cosa extraña.[2]
Queda expresado, además, que el psicoanálisis no adhiere a la tendencia cartesiana por la cual la única causalidad digna de estudio científico/racional sería la correspondiente a la res extensa, lo que había llevado a la psiquiatría, como heredera de los tratamientos morales de la inquisición a la vez que anclada en el discurso médico, a eludir la explicación de la lógica de los fenómenos psíquicos, reduciéndolos a meras expresiones del funcionamiento del sistema biológico en general y del sistema nervioso en particular. De esta manera, Freud se esforzó por encontrar lo que liga a lo psíquico con lo somático, rompiendo así con la dualidad mente/cuerpo, característica en buena parte de la filosofía, la psicología y la psiquiatría modernas. Así las cosas, situar las leyes que están en juego en las operaciones anímicas exige no pasar por alto esta precisión. Teniendo esto en cuenta, avanzaremos un poco más en el próximo comentario.
John James Gómez G.
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