miércoles, 21 de marzo de 2018

Fragmento y comentario del texto: Breve discurso en la O.R.F.T. En: Lacan, J. (1966). Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial. 1988, p. 37 [Cuarta parte del comentario]

“Que no sean palabras a la deriva, es decir, que su deriva solo está sujeta a una ley de las palabras –a una lógica radical que intento establecer– es algo que lleva a una revisión total de todo cuanto ha podido pensarse hasta ahora del pensamiento.”

Comentario:

Tomemos otro ejemplo brindado por Freud y sigamos el modo en que las leyes del lenguaje operan en él. Se trata del olvido presentado en el primer apartado de Psicopatología de la vida cotidiana. Ustedes recordarán que Freud olvidó el nombre del pintor Luca Signorelli, mientras conversaba con un interlocutor recién conocido durante un viaje. La obra de Signorelli sobre la que conversaban, corresponde a los frescos pintados en la capilla de S. Brizio en Orvieto, Italia, específicamente, El sermón y las obras del anticristo. En ella, por cierto, Signorelli pintó su autorretrato; pueden verlo abajo a la izquierda, dirigiendo su mirada a quien observa la pintura.

El sermón y las obras del anticristo (1499). Luca Signorelli. 

Freud comenta que, ante el olvido, aparecieron dos sustitutos: Botticelli y Boltraffio. Nombres, por cierto, de pintores también italianos, acerca de los cuales, según dice, él conocía muy poco. De manera rápida podría pensarse que la elección de estos dos sustitutos se debe a que eran pintores italianos, al igual que Signorelli. Sin embargo, reducir la elección a ese dato, haría perder de vista lo que se pone en juego en términos de la proximidad, por identidad y diferencia de la letra, en el campo del lenguaje. Para avanzar en la cuestión, observemos primero el esquema que Freud presenta en la página 12[1]:
               

Lo primero que Freud indica es que no olvida la palabra Signorelli, sino, solamente, el fragmento “signor”. El resto, “elli”, se mueve por desplazamiento hacia el primer sustituto, Botticelli. Freud nos muestra que el fragmento olvidado tiene equivalencias. “Herr”, que es la palabra alemana correspondiente al italiano “signor”, y que también se encuentra incluida en la palabra “[Her]zegovina”. Por un lado, entonces, la palabra hace referencia a la frase con que los turcos profesaban su confianza a sus médicos y, por otro, la palabra designa el espacio geográfico donde transcurre el recorrido de los viajantes.  Reduzcamos pues, “signor”, y todo aquello que le sea equivalente, al término “X”.

A “elli”, el término que se desplaza desde lo olvidado hacia el primer sustituto, nombrémoslo “Y”.

Luego, en el primer sustituto encontramos que “Bo”, también está presente en el segundo sustituto [Bo]ltraffio y, a su vez, en otra de las palabras que nombra la geografía en cuestión: [Bo]snia. Reduzcamos [Bo] al término “W”.

Finalmente, encontramos que en el segundo sustituto aparece el vocablo “traffio” (Boltraffio). Éste, de hecho, es un anagrama de la palabra “Trafoi”, que nombra otro lugar geográfico, aquel en el que residía un paciente que, según dice Freud, le importaba mucho y que hacía poco había puesto fin a su vida a causa de “una incurable perturbación sexual”. Ese recuerdo se había enlazado con la frase de los turcos que comenzaba con “X” (Signor, Herr). La proximidad entre [Bol]traffio y Trafoi está dada por la identidad de sus letras, prescindiendo solo de una “f” e invirtiendo la posición de las dos últimas vocales. De este modo, podemos hacer equivaler traffio a Trafoi y reducirlos al término “Z”.

Así, encontramos que la primera línea del esquema puede sustituirse por tres pares ordenados de términos: (x,y); (w,y) y (w,z). Vemos aparecer la cadena significante reducida a pares ordenados constituidos por letras que se desplazan de un par al otro. Constatamos, entonces, que se trata de leyes del lenguaje, en este caso, del desplazamiento significante. En el comentario siguiente podremos introducir, con respecto a este ejemplo, un aspecto más en torno a lugar que la muerte y la sexualidad juegan en la trama inconsciente del olvido de Freud.

John James Gómez G.




[1] Freud, S. (1901). Psicopatología de la vida cotidiana. En: Obras Completas, vol. VI. Buenos Aires: Amorrortu Editores. 1982.



lunes, 12 de marzo de 2018

Gérard Pommier - Intervención en el Coloquio "El psicoanálisis y lo sagr...

Hoy comparto con ustedes la intervención del psicoanalista francés Gérard Pommier en el Coloquio "El psicoanálisis y lo sagrado", organizado por la Fundación Europea para el Psicoanálisis, y llevado a cabo del 20 al 22 de octubre de 2017 en Santiago de Compostela. Gérard Pommier es autor de los libros El orden sexual, El amor al revés. Ensayo sobre la transferencia en psicoanálisis, Louis de la nada. La melancolía de Althusser (los tres editados en español por Amorrotu Editores); Esto no es un papá... ficciones psicoanalíticas sobre el inconsciente y la cultura (Ediciones del Serbal); La transferencia en las psicosis (Ed. Kliné), entre otros. 

¡Que lo disfruten!


miércoles, 7 de marzo de 2018

Fragmento y comentario del texto: Breve discurso en la O.R.F.T. En: Lacan, J. (1966). Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial. 1988, p. 37 [Tercera parte del comentario]

“Que no sean palabras a la deriva, es decir, que su deriva solo está sujeta a una ley de las palabras –a una lógica radical que intento establecer– es algo que lleva a una revisión total de todo cuanto ha podido pensarse hasta ahora del pensamiento.”

Comentario:

Aunque parezca lejano a nuestros intereses, cuando del psicoanálisis se trata, situar con precisión la ley de las palabras implica tomar en cuenta, entre otras cosas, la probabilidad. Hablar no consiste en una simple acción mecánica. Tampoco da cuenta de una traducción fiel de aquello que solemos llamar pensamientos. Por tanto, al margen del correcto funcionamiento de la motricidad y de la intención que de modo consciente se juega en nuestro propósito de decir algo con cierto sentido, existe la probabilidad de que la lengua tropiece. Noten que aquí uso el término lengua en doble sentido. Por un lado, me refiero al órgano que se encuentra en la boca y que tiene que ver con la experiencia de lo que sabe, también en doble sentido, es decir, tanto con el saber como con el sabor. Por otro lado, me refiero a la lengua en su segunda y su tercera acepción según la RAE: “Sistema de comunicación verbal propio de una comunidad humana y que cuenta generalmente con escritura", y “Sistema lingüístico considerado en su estructura.[1]”

Esa estructura no opera siempre de la misma manera en la escritura, y menos en su relación con la lengua hablada. Sabemos que hay diversos modos de escritura, desde los jeroglíficos, pasando por los códices mayas y los caracteres hebreos y chinos, hasta nuestro abecedario; éste último el más generalizado en Occidente.

Además, debemos considerar que la lengua hablada tampoco se reduce en sentido estricto a su escritura, la diferencia entre el nombre de una letra, los morfemas que componen una palabra, el grafema que representa una letra y el fonema que permite su articulación acústica con otros fonemas para formar una palabra que pueda pronunciarse, deberían alertarnos de que escribir y hablar no son cuestiones idénticas. Sin embargo, al menos en nuestro sistema, es decir, el que funda su estructura en un abecedario que, como en las cifras numéricas opera por la posición que un término ocupa en relación con los otros, podemos tomar un punto clave que hace las veces de bisagra entre lengua hablada y lengua escrita, a saber, la letra.

En tal virtud, no es gratuito que mientras Freud asumía a la neurona como partícula mínima material de lo psíquico, segunda idea rectora de su Proyecto de psicología, Lacan haya elegido a la letra como partícula mínima material del lenguaje, en la vía de su concepción del inconsciente en tanto saber estructurado como un lenguaje. De hecho, esas dos posiciones tal vez sean suficientes para mostrar que, en términos axiomáticos, hay diferencias cruciales, epistémicas, entre lo que Freud y Lacan entendían por inconsciente y, va de suyo, por psicoanálisis.

En esa vía, podemos situar entonces que una equivocación al hablar, por ejemplo, independientemente de las motivaciones inconscientes que pueda tener, cuestión que abordaré en próximos comentarios, requiere también de una proximidad de algún tipo entre aquellos términos que participan en la equivocación. Para dejar esbozada esta cuestión, tomemos un ejemplo brindado por Freud, el cual ustedes podrán encontrar en sus Conferencias de introducción al psicoanálisis:

[S]i un caballero se dirige a una dama por la calle con estas palabras: «Si usted lo permite, señorita, querría yo acomtrajarla {begleit-digen}». Es evidente que en la palabra mixta se esconde, junto a «acompañar» {Begleiten}, «ultrajar» {Beleidigen). (Dicho sea de paso, el joven no habrá tenido mucho éxito con la dama)[2].

Si tomamos las palabras acompañar y ultrajar, tal vez nos parezca poco verosímil una equivocación que pueda condensarlas produciendo el vocablo acomtrajarla. Sin embargo, consideren que se trata de una traducción del alemán al español, razón por la cual nuestra atención, a nivel de la letra, debe centrarse en los vocablos del idioma original lo que, por fortuna, está claramente plasmado en la versión del texto publicada por Amorrortu Editores. Las palabras begleiten (acompañar) y beleidigen (ultrajar) tienen, a nivel de la proximidad en cuanto a su identidad y diferencia, una alta probabilidad de equivocidad, es decir, de encadenarse para cumplir un propósito en relación con el doble sentido en juego, según el ejemplo de Freud, de lo que el caballero querría decir a la dama. Por tanto, el vocablo begleit-digen que sustituye, por condensación, a los dos originales, integrando el fragmento begleit, que hace parte de la palabra begleiten (acompañar), con el fragmento digen que hace parte de la palabra beleidigen (ultrajar), es fruto, en buena medida, de esa probabilidad por proximidad.

Así las cosas, la traducción al español es irrelevante, salvo que queramos concentrarnos en el significado. En cambio, si lo que nos interesa está a nivel de la materialidad del significante en relación con la letra, podemos captar que, en términos probabilisticos, hay una alta y muy útil equivocidad, entre las dos palabras que resultan condensadas, a los fines de lo que el caballero quiere y no quiere decir a la dama. Dejo las cosas por ahora con este ejemplo, y avanzaré un poco más al respecto en el comentario siguiente.

John James Gómez G.



[1] Ver: http://dle.rae.es/?id=N77BOIl
[2] Freud, S. (1915). 2ª Conferencia. Los actos fallidos (cont.). En: Obras Completas, vol. XV. Buenos Aires: Amorrortu Editores. 1982, p. 38.

lunes, 5 de marzo de 2018

Jean Allouch: "Dos analíticas del sexo"

Hoy comparto con ustedes una interesante conferencia titulada Dos analíticas del sexo, dictada por el psicoanalista francés Jean Allouch, en el marco de la cátedra Nuevas presencias de la sexualidad: el debate sobre la construcción de la diferencia de los sexos, en la Universidad de Buenos Aires, Argentina.

¡Qué la disfruten!


jueves, 1 de marzo de 2018

Fragmento y comentario del texto: Breve discurso en la O.R.F.T. En: Lacan, J. (1966). Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial. 1988, p. 37 [Segunda parte del comentario]

“Que no sean palabras a la deriva, es decir, que su deriva solo está sujeta a una ley de las palabras –a una lógica radical que intento establecer– es algo que lleva a una revisión total de todo cuánto ha podido pensarse hasta ahora del pensamiento.”

Comentario:

Si afirmo que hay leyes que operan en la aparente deriva de las palabras, de los rodeos y boludeos, con los cuales un analizante habla a su analista, es necesario tomar en consideración que ellas son inherentes al lenguaje y, por tanto, no podemos perder de vista que, al margen de nuestras intenciones conscientes de decir algo y de nuestro conocimiento de la gramática y el adecuado uso del lenguaje, encontramos fenómenos que irrumpen de manera abrupta y que sorprenden incluso al más cauto orador. También hay sorpresas para quien lee, escribe y escucha, claro está. Freud supo anotarlo con una detallada descripción a lo largo de su primeras Conferencias de Introducción al psicoanálisis, dedicadas a los actos fallidos. Él sabía y reconocía, por supuesto, que había diversas maneras de interpretar una irrupción de esa naturaleza, pero la clínica le había mostrado que, en no pocas ocasiones, un acto fallido era susceptible de ser entendido racionalmente, en términos de la lógica misma que opera en el lenguaje. Sobre el asunto señaló lo siguiente:

Es preciso admitir sin más en la producción del trastrabarse la influencia de las disposiciones fisiológicas constituidas por un ligero malestar físico, perturbaciones circulatorias o estados de agotamiento; la experiencia diaria y personal de ustedes los convencerá de ello. Pero, ¡cuan poco queda explicado así! Sobre todo, no son condiciones necesarias de la operación fallida. El trastrabarse es posible igualmente en alguien que goza de plena salud y se encuentra en un estado normal. Por tanto, esos factores corporales no tienen otro valor que el de facilitar y favorecer el peculiar mecanismo anímico del trastrabarse.[1]

Como se constata en la cita, Freud brindaba a la influencia de disposiciones fisiológicas un lugar facilitador, insuficiente para explicar la lógica interna del fenómeno. Es notable que en su posición quedara expresada la renuncia a las condiciones biológicas y ambientales, siendo así consecuente con el valor que otorgaba a la causalidad psíquica; lo que lo había llevado a criticar duramente, incluso, el papel que la psiquiatría jugaba en la explicación de los fenómenos anímicos. Situó a partir de allí, por cierto, una diferencia clave entre el punto de vista psiquiátrico y el psicoanalítico:

He ahí la laguna que el psicoanálisis se empeña en llenar. Quiere dar a la psiquiatría esa base psicológica que se echa de menos, y espera descubrir el terreno común desde el cual se vuelva inteligible el encuentro de la perturbación corporal con la perturbación anímica. A este fin debe mantenerse libre de cualquier presupuesto ajeno, de naturaleza anatómica, química o fisiológica, y trabajar por entero con conceptos auxiliares puramente psicológicos; por eso me temo que al principio les suene a cosa extraña.[2]

Queda expresado, además, que el psicoanálisis no adhiere a la tendencia cartesiana por la cual la única causalidad digna de estudio científico/racional sería la correspondiente a la res extensa, lo que había llevado a la psiquiatría, como heredera de los tratamientos morales de la inquisición a la vez que anclada en el discurso médico, a eludir la explicación de la  lógica de los fenómenos psíquicos, reduciéndolos a meras expresiones del funcionamiento del sistema biológico en general y del sistema nervioso en particular. De esta manera, Freud se esforzó por encontrar lo que liga a lo psíquico con lo somático, rompiendo así con la dualidad mente/cuerpo, característica en buena parte de la filosofía, la psicología y la psiquiatría modernas. Así las cosas, situar las leyes que están en juego en las operaciones anímicas exige no pasar por alto esta precisión. Teniendo esto en cuenta, avanzaremos un poco más en el próximo comentario.

John James Gómez G. 




[1] Freud, S. (1915). 3ª Conferencia. Los actos fallidos. En: Obras Completas, vol. XV. Buenos Aires: Amorrortu Editores. 1982, p. 41.
[2] Freud, S. (1915). 1ª conferencia. Introducción. Op. cit., p. 18.

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....