lunes, 6 de febrero de 2017

Fragmento del texto: Carta de disolución, del 5 de enero de 1980. Lacan, J. (1980). En: Seminario 27. Versión crítica. Establecimiento del texto, traducción y notas: Ricardo E. Rodríguez Ponte. Escuela Freudiana de Buenos Aires. http://www.e-diciones-elp.net/images/secciones/seminario/LACAN-DISOLUCION-VC-RRP.pdf
[Segunda parte del comentario]

“Demostrando en acto que no es por su empeño que mi Escuela sería Institución, efecto de grupo consolidado, a expensas del efecto de discurso esperado de la experiencia, cuando ella es freudiana. Se sabe lo que ha costado, que Freud haya permitido que el grupo psicoanalítico prevalezca sobre el discurso, se vuelva Iglesia.”

Comentario:

Lacan afirmaba que el precio a pagar por el hecho de que Freud haya permitido que el grupo psicoanalítico prevalezca sobre el discurso, es que la institución deviene iglesia. Es una afirmación que podría suponerse superada por el lacanismo y atribuible única y exclusivamente a la institución psicoanalítica fundada por Freud. Sin embargo, una suposición tal, sería el testimonio de una ceguera, derivada de la idolatría, bastante común, que se mueve en torno al nombre de Lacan. Es cierto que él se ocupó de interrogar, al punto de la subversión, las lógicas dominantes en las instituciones psicoanalíticas de aquellos días. Sabía de los riesgos que acarrea formar grupos, por pequeños y transitorios que sean. Los efectos imaginarios, la identificación al líder (padre de la horda) y la especularidad entre pares (los hermanos del clan), habían sido suficientemente indicados por Freud, tanto en Tótem y Tabú como en Psicología de las Masas, y varios otros textos, como para ser pasados por alto.

El grupo tiende a la agresividad y, muerto el padre, a la religión, que tiene su cara más familiar, como institución, en lo que la iglesia intenta representar bajo la rúbrica de un pecado original: la falta que por retroacción hace de la agresión el motivo de una culpabilidad a la que llamamos pacto social. La sumisión, la abnegación y el sacrificio en nombre del padre muerto y la lucha soterrada por su amor y su castigo como añoranza de un perdón que no llega, arremeten con fuerza en cada una de las acciones que comprometen a los integrantes de un grupo. Amor y odio, son, a fin de cuentas, dos caras de una misma moneda.

En la medida en que el grupo prevalece sobre el discurso psicoanalítico, –discurso que ya es bastante difícil de sostener, incluso en la práctica que implica la transferencia del analizante hacia el saber que supone en la función del analista­–, la identificación pareciera ser la manera más común de sostener el sentimiento de unidad, de pertenencia. Y no basta omitir el uso de la palabra grupo para liberarse de ello. Evitar una denominación no cambia el hecho de que las escuelas de psicoanálisis pueden llegar, más fácilmente de lo que podría pensarse, a constituirse como iglesias. De hecho, el intento de desalojo de la palabra grupo es una forma de represión, con la cual el yo trata de desconocer el lugar que ocupa en aquello que le acontece en su odioamoración y sumisión merced de la ligadura entre culpabilidad y erotismo. Es lo que Freud puso en escena con sus descubrimientos en torno a las neuropsicosis de defensa. El síntoma adviene como manifestación de aquello que fue desalojado pues resultaba perturbador, pero que resulta imposible de eliminar. Retorna con más fuerza desde lo inconsciente, interrogando las imposturas de saber y de poder con las que el yo trata de presentarse ante los otros y ante sí mismo. Es la paradoja a la que nos enfrentamos constantemente. Y es tan engañoso creer que es posible alcanzar el ideal de una institución que no se vea afectada por los fenómenos imaginarios del grupo, como pensar que evitar la palabra grupo nos exime de sus efectos. ¿Cómo podría hacerse prevaler el discurso sobre el grupo? Esta es una pregunta que, en sí misma, nos plantea que solo hay una prevalencia de lo uno sobre lo otro, pero no una exclusión de lo uno por lo otro.


John James Gómez G.

1 comentario:

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....