Fragmento y comentario del texto: La escritura del ego. En: Lacan, J. (1976). El sinthome; El Seminario, Libro 23 Buenos Aires: Manantial. 2006, p. 141. [Quinta y última parte del comentario]
“La última vez estaba muy enredado con mis nudos y Joyce como para que tuviera la menor gana de hablarles. Estaba confundido, ahora lo estoy un poco menos porque creí encontrar cosas transmisibles.
Yo soy evidentemente más bien activo. La dificultad me estimula, de modo que todos los fines de semana me consagro intensamente a romperme la cabeza con algo que no es evidente - porque no es evidente que haya encontrado el pretendido nudo borromeo.”
Comentario:
¿Qué quiere decir, como afirmé en el comentario anterior, que leer con desconfianza supone una subversión de las lecturas orientadas por el amor y el odio? Quiere decir que leer con desconfianza es una manera de interrogar la autoridad, lo que, a su vez, abre la posibilidad de hacer hablar de otras maneras el texto, lo cual, va de suyo, lleva al acontecimiento, al encuentro con lo nuevo.
La cuestión es que solemos ampararnos en la autoridad. Cuando alguien da un argumento con respecto a alguna cosa, no es extraño que el modo en que ese argumento se presenta sea basándolo en la autoridad concedida a la referencia en un autor. Noten que autoridad y autor son vocablos que provienen de la misma etimología, una raíz indoeropea: aug, que puede traducirse por aumentar o incrementar. Autoridad y autor, por tanto, son formas de incrementar algo. ¿Qué cosa? El valor concedido a cualquier significante, por ejemplo, a los significantes libro, teoría, joya o a cualquier otro que se les ocurra. Tal vez se hayan percatado de que la expresión “es una autoridad en la materia” refleja ese propósito de aumento; si alguien es una autoridad, se supone que lo que enuncia tiene un valor superior a lo que otros dicen. Hay dichos populares que reflejan esta misma función, por ejemplo, el que se usa en Colombia para dar valor a la crítica recibida: “la patada se recibe dependiendo del burro que venga”. Pueden notar cómo el valor de “la patada” depende del “burro”, es decir, del autor. Y no es que autor y burro sean sinónimos, pero, sin duda, uno siempre puede convertirse en burro mientras se esfuerza por devenir autor.
Ahora bien, se ama o se odia solo aquello a lo que se le atribuye una autoridad, por tanto, un referente. Cuando se experimentan esos afectos, se les nutre a partir del fantaseo con ese referente que, de algún modo, autorizamos, es decir, ponemos en un lugar aumentado en relación con nosotros. Cuando leemos con desconfianza, en cambio, el referente está perdido. Esto quiere decir que no hay garantía alguna; que el valor no depende de la autoridad de la fuente, es decir, de la creencia que tenemos en ella, sino que nos vemos abocados a indagar profundamente en la lógica de los argumentos más allá del referente del que se trate. Esto es subversivo, pues da vuelta, subvierte la posición del sujeto en relación con la sumisión con la que suele ubicarse. Sin embargo, es de anotar que no se trata de la rebeldía, ni de decir cualquier cosa, puesto que, con lo primero, se expresa también el odio y, con lo segundo, se toma a sí mismo por garantía, por referente, entonces, parecería innecesario revisar los propios argumentos; en cualquiera de los dos casos podríamos hacernos burros sin mayor esfuerzo.
Leer con desconfianza, por tanto, puede considerarse un acto de responsabilidad derivado del reconocimiento de que no hay autoridad ni autor que nos salve de la insensatez.
John James Gómez G.