domingo, 18 de junio de 2023

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza. Pero, al mismo tiempo, la pena sigue su curso. Y eso es lo que nuestra sociedad no maneja bien: enseguida escondemos o prohibimos tácitamente el sufrimiento”. 

Rosa Montero. La ridícula idea de no volver a verte. 


Estas frases de Rosa Montero testimonian de forma magistral uno de los que, a mi juicio, operan como mayores obstáculos para algunas de las psicologías y las psiquiatrías de nuestro tiempo. Y las nombro en plural porque la idea de una única concepción de lo “psíquico”, como también de las formas para tratar el sufrimiento, responde más a un afán pseudocientista de quienes sueñan con reducir lo humano a esquemas algorítmicos de una máquina pensante, y el dolor psíquico y el sufrimiento a meras anomalías en la programación de la máquina. 

Pero nada se aleja más de lo humano y de su realidad clínica, si es que se las toma con seriedad. Lo otro es una mera impostura intelectual basada en la idea de que si algo puede contabilizarse entonces puede controlarse con técnicas estandarizadas, como si se tratara de una factoría de productos inertes pero útiles. Lo verdaderamente humano no es inerte y difícilmente es útil, al menos en el sentido en que las exigencias del mercado y los ingenuos ideales de “un mundo feliz” (me robo el título del libro de Huxley) lo plantean. 

Por supuesto, el dolor y el sufrimiento son difíciles de soportar; como a veces lo es la vida misma. De allí que muchos anhelen la existencia de una pastilla que les haga olvidar que están vivos, y poder seguir adelante con la felicidad inerte de una máquina. 

Otros suponen que aprender a responder adecuadamente a lo que la sociedad intolerante de lo humano les exige, sin síntomas ni “anomalías”, a través de “psicoentrenamientos”, les permitirá ser mejores personas. Pero eso no cambia el hecho de que, en no pocas ocasiones, parecer normal difiere substancialmente de sentirse sufriente. Muchos hoy acuden a consulta siendo normales y exitosos según el canon social, pero agobiados por un hastío de la vida, un desgano del que sólo los defiende la pequeña señal de angustia que aún les recuerda que siguen vivos, aunque se comportan tan, pero tan, bien que se han convertido en unas excelentes máquinas de producción. 

Entonces, el sueño científico de algunos psicólogos y psiquiatras resulta equivalente al sueño de la revolución industrial: producir en masa a través de máquinas que son funcionales, reparables y, llegado el momento, descartables. ¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

John J. Gómez G.

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....