Fragmento del texto: La ética del psicoanálisis. Lacan, J.
(1959-1960). En: El seminario, libro 7. Editorial Paidós. Buenos Aires, 2011,
pág. 134. [Primera parte del comentario]
“Precisamente allí el análisis, en última instancia, ilumina
en el fondo del hombre lo que podemos denominar el odio de sí. Esto es lo que
se desprende de la comedia antigua que lleva el título de Aquel-que-se-castiga-él-mismo.”
Comentario:
Lacan, en su seminario sobre la ética del psicoanálisis, se
refiere a la comedia antigua. La mención puede despertar gran interés si
atendemos al hecho de que aquello que hoy llamamos comedia no guarda
necesariamente los rasgos de aquella. Sin embargo, la comedia antigua en Grecia
y la que hoy presenciamos, tienen en común la sátira de rasgos de carácter y de
la decadencia social, con lo cual se expresa la definición de lo ridículo; al
menos así es cuando resulta bien lo grada. Cuando la comedia fracasa, suele dar
el paso hacia la estupidez, lo que no quiere decir que no haya quien se ría,
sobre todo en una época en la que la mayoría parecen deprimidos, sin pasión,
sin un anhelo más fuerte que el olvido de sí.
La comedia romana antigua, por su parte, era otra cosa. La
risa era el efecto de haber presenciado la sátira y la ironía que pesaba sobre
aquel que ostentaba alguna potencia. Es por ello que, según el mito cristiano,
mientras el “Rey de los judíos” caía una y otra vez, víctima de su propia cruz,
y sangraba a causa de su corona, los soldados romanos reían y apostaban a
“costilla” suya. Es fácil ver allí la pareja víctima-victimario, pero eso sería
olvidar que la “víctima” hizo una elección basada en la creencia en un padre al
que no comprendía pero que, de todos modos, le exigía cumplir con su-misión.
La moral romana antigua subsiste en la actualidad por vía del mito cristiano. Una manera de padecerla
es, de hecho, el sufrimiento al que se ve empujado el neurótico. Vemos que la historia no carece de ironía y
por ello la religión más nueva, y a su vez la más potente, hizo de la comedia
romana el mayor valor moral. La culpabilidad y el castigo de sí, advinieron
como la manera más concreta y efectiva de odio de sí. De allí los fallidos
enunciados sobre el amor que la sustentan.
Por un lado, se dice: “amaos los unos a los otros como a sí
mismos”, lo que implicaría odiar a los otros tomando como medida el odio a sí
mismo. La corrección del enunciado no mejoró mucho las cosas: “Amaos los unos a
los otros como yo los he amado”, lo cual empuja a amar al victimario que
aparece en el camino como instrumento para realizar el castigo merecido por la
culpabilidad originaria y el odio de sí. El psicoanálisis, en este sentido, no
hace más que desenmascarar ese sin-sentido que habla de un horror en el cual el ser humano
se fascina con su propia destrucción.
John James Gómez G.